Este poema fue escrito al saber del asesinato de otra defensora de la tierra en Honduras, Lesbia Y. Urquía, que fue compañera de la también asesinada Berta Cáceres. Ambas pertenecían al COPINH.
Es algo que se escapa, que no aparece.
Similar a la muerte, en el ladrido de sus perros.
Las fauces abiertas a la destrucción del mundo.
Ladran, muerden, babean. Las columnas se crispan,
duele aquello que duele en la punzada,
la estocada certera.
Mueren, matan. Desarman. La lengua, la garganta,
manos cortadas. Insisten, bajo el secreto oscuro
e inmundo de la impunidad, pero no saben, no se dan cuentan,
que las Bertas, que las Lesbias se multiplican.
Tendrán que hacer desaparecer todo el mundo
para hacernos desaparecer, y por último
se comerán entre ellxs. Lxs que detentan el poder del verdugo.
Gabby De Cicco,
7 de julio de 2016
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